Esta receta viene aquí gracias a
muchas personas. Para empezar, a José Manuel Blanco porque fue el que me
preguntó si sabía la receta de este postre, que hasta ese momento, yo
desconocía por completo. Y para continuar, a Tía María y su hija Mª Carmen. Tía
y prima maternas respectivamente de mi
marido de Benamocarra, pueblo del interior de la Axarquía. Este postre es
típico de allí y preguntando a vecinas y conocidas, me han averiguado la
receta. Así que desde aquí, este pequeño homenaje a ellos por este descubrimiento
e inmensamente agradecida por todas las molestias que les he ocasionado por
preguntar, por saber cantidades, y todos esos pequeños detalles que se
transmiten de boca a boca y que no están recogidos en ningún libro.
El nombre de estos buñuelos, como tantas cosas, no se sabe el motivo
exacto. Curioso donde los haya sin lugar a duda, pero forma parte de su
leyenda.
Las cantidades que os digo, son
aproximadas porque las harinas nunca son iguales unas que otras, y ahí puede
ser que necesitéis un poco más o un poco menos. Pasa igual con el agua: la que
admita para que quede una masa compacta pero tampoco demasiado líquida que no
permita coger porciones con una cuchara. La receta que me dieron, no lleva
matalahúga pero otras personas sí me han dicho que se le echa un poco para
darle otro matiz de sabor, aparte de la canela. Así que yo le he puesto un
poco, porque particularmente, me gusta mucho el sabor que aporta.
Pero vamos a meternos en harina y
a colgarnos el delantal, que esta receta es muy rápida.
Ingredientes:
- 250 grs de harina de fuerza.
- 2 cucharaditas (de postre) de bicarbonato.
- Medio vaso (de los de agua)
aproximadamente de vinagre blanco de vino.
- Medio bote (de los que
encontramos en todas las tiendas) de canela molida.
- Una cucharadita (de postre) rasa de
matalahúga (opcional).
- El agua que admita para formar
la masa.
- Aceite para freír.
- Azúcar blanco para rebozar.
Preparación:
- En una fuente amplia, ponemos
todos los ingredientes menos el agua y el vinagre. Removemos bien con una
cuchara de madera para unirlos.
- Añadimos el vinagre y un poco
de agua, y empezamos remover bien con la cuchara. Vamos añadiendo agua según
veamos que admita. Tiene que tener una textura que se pueda coger fácilmente
con una cuchara sopera, ni muy espeso que quedaría un buñuelo demasiado
consistente y pesado, ni demasiada líquida que no podamos coger porciones de
masa.
- Calentamos aceite en una
sartén. Tiene que estar caliente pero no demasiado, para evitar que el buñuelo
se nos queme por fuera y quede crudo por dentro. Podemos probar la temperatura
probando con un poco de masa.
- Cuando lo tengamos a la
temperatura idónea, con dos cucharas soperas nos ayudaremos a coger pequeñas porciones de masa.
Con una cuchara cogemos la masa y con la otra, nos ayudamos para echarlo en el
aceite caliente. Enseguida aumentará de tamaño. No echar muchas porciones a la
vez por este motivo y recordar dar unos segundos al aceite, entre fritura y
fritura, para que recupere la temperatura. Ir girando los buñuelos para
freírlos por todos lados por igual.
- Ir quitando todos los restos de masa que puedan ir quedando en el aceite. Se puede requemar y dar mal sabor al aceite, y por consiguiente, a los buñuelos.
- Una vez fritos, sacar y poner
sobre papel absorbente para recoger el exceso de aceite. Pasar enseguida por
azúcar blanco para que queden bien rebozados.
- Comer enseguida porque recién
hechos, es como están más ricos (para mi gusto).
Los ingredientes de esta sencilla receta.
Falta el agua que por despiste, no la puse para la foto.
El gazpacho frito listo para servir y degustar.
Comentarios
Publicar un comentario